Mexicali – San Felipe: Parte 4.

En linea de salida. Al frente participantes del Desafío Mil Millas x Baja, 2016. En segundo plano participantes del desafío Mexicali – San Felipe, 2016. Crédito fotografía: «Desafio Paseo Ciclista Mexicali San Felipe 200 Kms»

Después de la cena de carbohidratos fui a dormir a casa de mis padres, dí una última revisión al equipaje y a la bicicleta; todo en orden… casi, el sleeping bag no cabe en la maleta —no quiero cargar con dos paquetes, es mejor todo en uno—. Dejé el backpack y decidí llevar una maleta más grande con ruedas que mi madre me prestó. Y como ahora cabían más cosas pues metí más ropa interior, otra camisa, otro pantalón y otra camisa(sí, otra). Volví a inspeccionar mis electrónicos: cables, cargadores, cámaras, baterías y más cables. Me aseguré que estuvieran en la maleta crema, pasta, cepillo, jabón, candado con llave, tubos, bolsas ziploc y una cuerda amarilla para tendedero. Después apagué la luz, me acosté, cerré los ojos… Y me levanté de nuevo a verificar el número de calcetines que había empacado, los trajes de ciclismo, el bloqueador solar y la crema chamois anti-rozaduras y los electrónicos. Ahora sí a dormir, a dormir dije, ¡vamos! ya es media noche, «good night, Lorena»… Zzzz.

La alarma-despertador suena a las 4:30 AM, creo que le gané por dos minutos. ¡Arriba! Rutina mañanera: bañar al ciclista, cepillar la sonrisa, vestir el mejor traje, peinado para fiesta y aplicar abundante crema anti-rozaduras, más, un poco más —mejor que so-sobre y no que fa-falte—. Avena con agua y fruta para desayunar y un plátano para llevar. Subí al auto maleta y bicicleta, también casco y zapatillas, guantes y mangas, bloqueador y lentes. ¿Listo? ¿Sí! ¿Listo? ¡Listo! O tal vez no… Siento que algo se me olvida y no sé qué es; antes de llegar a linea de salida lo recuerdo: no traje mis dos ánforas —una grade y una chica— toca llegar por ellas de pasadita.

La cita era a las 6:00 AM, llegamos puntuales Don Federico y yo, mas no veo a ningún desafiante todavía. «Estoy en la salida, ¿on tan?», escribí en el whats, «ya vamos», respondieron. Poco a poco llegan los ciclistas participantes del evento paralelo y se comienza a formar el mar de gente y a formar la fila para entrar al baño. Cuando llega la camioneta de ‘Vámonos de Camping’ con los desafiantes subo mi equipaje y monto la bicicleta y doy un par de vueltas. Poco después de las 7:00AM dan la tercera llamada para salir. Nos indican que nos formemos hasta el frente para la foto. ¡Las fotos! Hay muchas cámaras; no sé a cual mirar; creo que tengo sonrisa nerviosa. ¡Uy, hasta dron traen! Después el conteo final: «… cinco, cuatro, tres, dos, uno, VÁMONOS». Estimo que somos unos 300 ciclistas y 16 de nosotros continuamos mañana hasta Los Cabos. ¡Que nervios!

En el kilómetro 8, Noala es el primer ponchado del recorrido, Jorge Mier y yo nos detenemos para ayudar. Nos pasan varios ciclistas y los desafiantes que venían atras; yo vi a Luis, Alfonso y Ana. Unos minutos después se detiene la camioneta a un costado. Noala repara la avería y arrancamos, al poco tiempo ya soy oficialmente el último.

Al rededor de las 9 de la mañana me desvío rumbo a casa de mis padres por las ánforas olvidadas, aviso de la maniobra a los chicos de la camioneta. En el kilómetro 30 está Zacatillo, un pueblo polvoriento de gente buena y trabajadora aunque un tanto desordenada; hay rocas y algo de basura por las calles sin pavimentar. Un par de perros ladran y otro par —de los que no ladran, solo muerden— me observan al pasar y se acercan con toda la intensión. Me apeo de la bicicleta y tomo un par de piedras del suelo, uno de los perros no cede, le lanzo una piedra y por fin desiste. «¡Tching tzu má, ‘che dogo perplejo!» invoco en olvidado lenguaje ceremonial antiguo. En definitiva este pueblo no es un buen lugar para rodar, todavía. Al llegar a casa mi madre me recibe con una sonrisa, un licuado y más fruta ‘pal camino’. Tomo mis ánforas y me despido de nuevo; mi padre pregunta «¿ya no se te olvida nada?» y me voy. La escena de los perros y las piedras se repite ahora en sentido contrario. Mientras esperaban por mí, Diana y Meño llegaron a los tacos; les aviso que estoy de nuevo en ruta. Vuelvo a ver la camioneta tras de mi cuando me alcanza por ahí del km 45.

En el 50 me integro a un pelotón, que rueda a muy buen paso -creo que se hacen llamar «los Cachoras»- aprovecho el túnel, descanso del viento en contra, alcanzo a otros desafiantes y la camioneta ya no viene tras de mi. Cedo una de mis ánforas a una hermana ciclista que ya no traía agua:– “ROCÍO, ¿Traes agua?”– No.– Fernando, tú traes dos, dale una.Poco después me suelto del grupo y pedaleo sólo por un rato y adelanto al pelotón, que estaba a orilla del camino reparando una ponchadura, luego alcanzo a Raúl, Noala y Ana. Más tarde nos pasa el pelotón gritando:– ¿Están cansados?– ¡Nooo!– ¿Quieren más?- ¡Sííí!Adelante paran nuevamente; ellos traen sus propios carros de soporte y abastecimiento. Nos pasa también el Cucus Team.

En el 85 alcanzamos a un ciclista con calambres desesperado por llegar a La Ventana.En el 100 Raúl y yo paramos a tomar agua y una foto.En La Ventana supe de un desafiante que subió a la camioneta por dolor de rodillas.En el 108 Ana toma otra fotografía; en su bocina sonaba Shaky Shaky de Daddy Yankee.En el 120 vuelvo a pedalear sólo.En el abastecimiento cerca del reten militar bebo demasiado gatorade y debo hacer un par de paradas técnicas más adelante…

El año anterior -2015- no había llegado en bicicleta a San Felipe a causa de una llanta dañada por un trozo de metal. La sugestión y la superstición son fenómenos mentales sumamente interesantes; al aproximarme al 160 no pude evitar imaginar varias veces al mismo trozo de metal esperandome para morder la llanta nuevamente.Una vez que miré el letrero del 170 respiré aliviado —ya la hice—, pensé.

En el 190 Raúl está ayudando a un ciclista ponchado; pregunto si se encuentran bien, responden «sí» y no me detengo. Cinco kilómetros antes de la meta el sol ya está oculto aunque aun hay algo de claridad enciendo mis luces. En la meta la fiesta está a todo lo que da: cerveza, música, camisetas y medallas. Los primeros desafiantes en llegar son Hector, Jackie, Karla, Hugo y Aurelio. La diferencia entre el primero en llegar y el último fue de más de 2 horas. Detrás de mi llegan Raúl y Ana. Antonio se quedó dormido en la mesa de masajes. Noala está en el templete bailando y cantando, el resto se encuentra dentro de un restaurante; entramos por unos tacos de pescado y unas cervezas.

Después de cenar nos dirigimos rodando hacia el hotel Cortez, nos acomodamos cuatro personas en nuestra habitación: Carlos, Demetrio, Raúl y Fernando… Tomar un baño tibio y a dormir, hay que estar listos a las 7 de la mañana pues esperan 160 km hasta Bahía San Luis Gonzaga, la mejor rodada de noche y el camino más horrible del universo —ok, exageré—. Good night, Lorena.

Mexicali – San Felipe: Parte 3.

 

Fotografía tomada la noche del 18 de noviembre de 2016. Adobe Pizza, Villafontana, Mexicali, México. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Luis, Jorge, Fernando, Demetrio, Aurelio, Alfonso, Alejandro, Noala, Raúl, Antonio, Ana, Carlos, Hugo, Hector, Karla y Jackie.

A principios del año 2016 Alex González publicó en facebook la convocatoria para el desafío «1000 Millas x Baja 2016″con cupo para nueve participantes; diez minutos después confirmé mi asistencia y elegí ser el número siete. Casi tres meses silentes pasaron y volví a preguntar si el desafío seguía en pie, la respuesta fue «sí». A partir de entonces el proceso siguió de forma más menos consistente: publicados los detalles de la ruta, costo, números de cuenta, compañeros inscritos, hice mi depósito y esperé el día de arranque, primera etapa: Mexicali – San Felipe… Oh, wait! No esperé a que llegara el día; desde inicios de año incrementé la dificultad y la frecuencia de mis rodadas; a la postre eso sería apenas suficiente para llegar a la meta en Los Cabos.

La noche previa al disparo de salida tuvimos cena de carbohidratos, fue la primera vez que nos reunimos; eramos un grupo de 17 participantes con historias de vida tan diversas que coincidían en pasión por la bici: tres reinas de belleza, dos sabios, un chavo, un calvo, dos extranjeros, cuatro triatletas, dos motociclistas, tres artistas, dos dentistas, un fabricante de bicicletas, seis fotógrafos, cuatro ingenieros, dos petroleros, tres jubilados, dos barbudos, un potencial gobernador, un capitán de barco, un piloto, una bailarina, seis bigotones, todos soñadores, un músico, un poeta y un loco… Relatamos cómo comenzaron nuestros romances con la bici y platicamos los motivos para realizar este desafío, comimos, bebimos, reímos y nos fuimos a dormir…

… a las siete de la mañana más unos pocos minutos, un puñado de ciclistas salimos de Mexicali rumbo a San Felipe. Primero los nervios, después la foto y vámonos. Estamos pedaleando entre un mar de gente, cuatrocientos ciclistas de un evento paralelo nos acompañan, tal vez sin saber de nosotros. Mezclados en la multitud no se advierte a ojo pelón que nuestro camino es más largo. Todos pedaleamos al nivel de nuestra experiencia: unos en solitario, otros forman equipo y otros más siguen la cola de pelotones que ruedan rápido y te protegen del viento.

El músico, el poeta y el loco se ponchan primero, la legión de extranjeros auxilia, el grueso del grupo se adelanta y el pelotón ya no es más, ahora pedaleamos por cuenta propia. En el kilómetro treinta me desvío por una calle y me detengo en mi abastecimiento personal, el mismo perro me ladra de ida y vuelta; cuando la bailarina me pasa sudo por el esfuerzo y por el estrés de ser el último… Ahí viene la camioneta detrás de mí, muy cerca —no bueno eso—. Sigo en solitario hasta el cincuenta, «Los Cachoras» me alcanzan y me meto al túnel:

*Cuiden esa línea de la izquierda…Si no puede, general, baje a la cola… ESA LINEA*— ¿Cómo te llamas?— Fernando.— ¿Traes para jalar unos cinco kilómetros?— Sí, pero todavía no.— «ROCÍO, ¿Traes agua?»— No.— Fernando, tú traes dos, dale una.— *Silencio*— Seguro estoy que en un universo paralelo le dije «ella no trae equipo completo, no es mi bronca, sorry no sorry» luego aceleré para romper el viento durante unos 20 kilómetros—.Mientras tanto en este universo: sin pensarlo mucho tomé la botella chica y le extendí la mano a Rocío, dos kilómetros adelante me solté. Al menos ya no era yo el último, me habían ayudado a alcanzar a mi grupo y la camioneta no venía tras de mí —eso es bueno, no quiero subirme todavía—.

Retrato y selfie en el cien rodando con uno de los hombres sabios, después con el músico y la bailarina… después sólo otra vez. [Los últimos] cincuenta kilómetros son suficientes para un diálogo consigo mismo; uno piensa muchas tonterías y se ríe sólo. Más adelante otro ponchado; la única forma de yo adelantarle, así es la vida. Llegué a meta al atardecer, casi en la cola… Dos tacos de pescado y dos cervezas. ¡Esto es ciclismo señores! Hace sueño, habitación para cuatro, «mañana listos a las siete»… Aquí no termina el recorrido; esta no es LA META, solo una de ellas.

Mexicali – San Felipe: Parte 2.

Salimos de Mexicali a las 7:00am, había que recorrer 200 kilómetros en total. Hacia el 150 ya había yo logrado mi segundo aire y traía viento a favor. Para cuando llegué al 160 me esperaba un trozo de metal incógnito que hizo dos cortes a la llanta y al tubo. Sin parche para llanta ni llanta de repuesto el paseo se daba por concluido para mí; había que caminar hasta que un carro de apoyo me alcanzara. Quince minutos después un automóvil se detuvo, ofreció llevarme a la meta; me subí y arrancamos. Nos presentamos y comenzamos a platicar… bueno, el chófer comenzó a platicar de su vida de casado, de lo difícil que es todo eso y de los incidentes de tener un trabajo que parece vacaciones, de su deseo de dedicar más tiempo a su familia, etcétera. Preguntó qué haría yo en situación similar y pensé en darle un gran consejo… luego recordé que no soy casado, ni tengo hijos y se me pasó; además, ¿qué utilidad tendría mi opinión en la vida privada de esta amigo?

Avanzados unos kilómetros, un ruido llamó nuestra atención; era la llanta del auto, se había pinchado —seguro con el mismo metal desconocido que la bicicleta, o tal vez no—. Paramos e instalamos «dona de emergencia» y fuimos a buscar una llantera para remplazar la llanta averiada –la de auto, no la bici– y luego a otra. Aproveché para avisar por teléfono a mi equipo de apoyo(don Fede y doña Irene) acerca del cambio de planes. Cuando le cobraron la cuenta al rescatador este ya tenía semblante de frustración.

Instalada la otra llanta –en el carro, no en la bici– y continuamos en silencio rumbo a San Felipe. Al llegar a la meta bajamos la bicicleta, le agradecí por el auxilio y le ofrecí un billete(que prácticamente me arrebató de la mano: «gracias») y cada quien siguió su camino.

Por la tarde mis padres me recogieron, después de bañarme partimos de vuelta a Mexicali. Eran poco más de las cinco de la tarde; ya oscurecía. Vimos a los ciclistas más rezagados rodando la última cuesta antes de llegar; algunos con la figura descompuesta con mirada de «ya, que esto acabe, por piedad» y pensé: «no inventes, esos compas llevan más diez horas sobre el sillín, ¡no gracias!» y deseé llegar a casa y dormir durante unos dos días.

Mexicali – San Felipe: Parte 1.

Pie de foto:»No puede ser, salí en la fotografía»– Mike Wazowski.Desafío Mexicali – San Felipe, 2015.Fecha: Noviembre, 2015.* Crédito foto: Sudor Cachanilla.

Como pasa cuando sucede, así sucedió…Un día, sin una razón lógica aparente y con apenas diez meses de entrenamiento(?) esporádico, decidí hacer el recorrido de 200 kilómetros entre Mexicali y San Felipe. Inspirado por leer «El mundo en dos ruedas», libro escrito por Alex González, un mexicalense que completó el recorrido de la vuelta el mundo en bicicleta y envalentonado yo con mis antecedentes:+ Pedaleado algunos miércoles y sábados de cada semana: check! –no todos, solo algunos–.+ Terminado dos paseos Rosarito – Ensenada(mayo y septiembre de 2015): check! –calambres en piernas y hombros–.+ Participado en un paseo Ruta del Vino(julio 2015): check! –calambres de nuevo, paso extra-lentísimo–.+ Completado un recorrido entre Green River y Newport Beach: check! –baño de hielo y cinco días para recuperar–.¿Qué podría salir mal? ¿Ni modo que no se pueda? Dije como dice una milenaria filosofía china, «shinsu-má, sí me lo aviento».

Pues que me inscribo, pues que llega el día, pues que don Fede me da raite, pues que dan el disparo de salida, pues que comenzamos a pedalear… Pues que a lo lejos miro al autor del libro que estaba leyendo, «se parece… ah no inventes, sí es él, me voy a acercar para saludarle y entrevistarlo»… ¡Para alcanzarlo, mijito! Iba pedaleando en modo bestia. Como pude me emparejo y le digo «Hola Alex, estoy leyendo tu libro, acabas de llegar a Japón(en el libro), ¿harías otra vuelta al mundo? ¿no? ¿por la Baja nada más? okey…». Platicamos unos cinco minutos, lo que pude sostenerle el paso, y me adelanta…

Desde que cruzamos las vías casi frente a El Paraíso(los locales, no se hagan sí bien que lo conocen) hasta el puente del libramiento fue puro dejar ciclistas… dejar que me adelantaran pues… las piernas y la nariz me ardían. Más adelante un pelotón como de cuarenta me alcanzó y aproveché ‘el viento’, pedaleé cubierto hasta la subida del Hipolito Rentería, donde se me acabó el aire y el resuello.

De ahí en adelante lo mejor era ‘llevar la fiesta en paz’. Tomé un largo descanso por ahí del kilómetro 35. En el kilómetro 50 ya me quería regresar. En el 100 había terminado ya mi segunda o tercera ronda de líquidos y las piernas ‘me gritaban’, –a callar, sigan pedaleando–. Ya pocos me adelantaban y yo no adelantaba a nadie. Del 120 al 140 ligero viento en contra y viento cruzado; los puntos de abastecimiento estaban llenos de ciclistas, cansados unos, acalambrados otros. ¿Falta mucho para el reten de soldados? Ya casi, ya casi. ¿¡Pues cuanto falta!? Ya casi, sigue pedaleando… Cuando por fin pasé el reten, de pronto todo pareció de bajadita, las piernas no dolían y había conseguido mi segundo aire. ¡Bien, sí llego! Y luego el bajón: «ya que se acabe, ya quiero llegar, ya me duele el culo» –literal–.

Circa kilómetro 150: ¿Qué? ¿Viento a favor? ¡Viento a favor! ¡Vámonos! Y me fui detrás de un mini-pelotón, eramos tres; era ‘mini’. Que buen ritmo, puente sube, puente baja, un hule de llanta, grava, concreto, pavimento, grava otra vez, otro hule, otro puente… ¡BLIMMM…! Una lámina en el kilómetro 160 pincha la llanta de atrás. Ahí se acabó; el tubo tiene dos cortes que no se pueden reparar: tubo de repuestoLlanta: también dos cortes. No se puede continuar.Se acabó, ¡a caminar!

Día uno.

Pie de foto.Descripción: primer pedaleada, mitad del recorrido.Frente a Roy’s Cyclery en Upland Downtown. Luis en primer plano, yo en segundo plano. Fecha: 31 de enero de 2015. Fotografía: Luis Trujillo.

Hará unos tres años comencé a trabajar en la misma compañía, a la que llamaremos Hayden -porque así se llama-, que un amigo, al que llamaremos Luis -porque así se llama-. Casi inmediato de conocerle, Luis me cuenta que es ciclista desde casi un lustro, ‘presi’ del grupo con el que pedalea por las tardes y me invita a participar. Curioso, hago un par de preguntas; perplejo escucho las respuestas y le doy cualquier pretexto para no asistir:— No tengo bici.— Yo te presto una.— No tengo casco.— En la Walmart son baratos.— No tengo condición.— Iremos muy despacio.La escena se repite durante meses sin materializar la invitación ni la confesión: «¿Yo, en short de lycra? ¡Nah que, ni ‘mais’!».

A principios de 2015 después de varios cambios inesperados aparecen síntomas de no-salud.Me hago revisar por un medico y me dice:— Te vas a morir.— No le haga, doc…— Sí, algún día…— No le haga, doc…Ok, ok no fue así pues. No me dijo eso, pero así lo sentí.Fue como recibir un citatorio del cielo, me dije «¡No que, yo no voy!».De vuelta en la oficina acepté la invitación a pedalear y lo acordamos para el sábado 31 de enero de 2015 las 8:00AM. Desempolvé un casco que tenía guardado —era pretexto, ¿recuerdaa?— y me conseguí unos calzones con chamoy de esos que van bajo la ropa; aún no estaba listo para vestir de lycra y esperé a que llegara el día.

Sábado por la mañana, llegué vestido con mi ropa habitual jeans, polo, tenis… y casco.Presentes estaban Ernesto, Ruben, Ángel; Luis traía dos bicicletas, una era la mía.El recorrido fue sobre la ciclovía desde el parque North Heritage Park en Fontana hasta Roy’s Cyclery en Upland Downtown.Sobra decir —pero lo diré— sudé, jadeé y pujé… ¡pero llegué!Ida y vuelta: casi 20 millas, el recorrido en bicicleta más largo de mi vida. Pálido, no me lo creía.

Durante tres días no pude moverme sin sentir dolor en las piernas y donde la ropa me rozó la piel. «¿Dónde está el short de lycra?», pensé. Conseguí uno y en la segunda ‘raiteada’ lo vestí tímido con algo de sonrojo, pero eso ya es otra historia.

Hello world!

¡Hola mundo!Welcome to my nuevo blog personal sobre ciclismo recreativo.

Aquí les platicaré de cómo y porqué comencé en eso de ‘los ciclismos’, qué es lo que me gustó y porqué continué pedaleando, les daré algunos tips a quienes quieren comenzar a montar bicicleta y opiniones sobre el equipo que uso —y el que no uso—.

Más tarde también les contaré como es que un día me pregunté si era posible dar la vuelta al mundo en bicicleta. Descubrí que sí se puede y que hay varías personas que ya lo hicieron y soñé con completar ese viaje yo también. ¡Imagina gente que conocer, caminos que recorrer, comidas que comer, bebidas que beber, memorias que traer!

Al principio fue solo una ocurrencia y después pasó a idea recurrente que no se disipa, así que para averiguar si la idea es puro cuento o se puede convertir en documental, este mes de noviembre de 2016 participaré en el Desafío, 1000 millas por Baja.

Así que siendo el día de hoy, a la hora que es, en este lugar… ¡Que comience el blogging!

Una imagen vale miles.

Tras el fallecimiento de mi abuelo, el diagnostico del hospital fue muerte por paro cardíaco. El hecho que tardaran tanto en entregar el cuerpo del abuelo provocó en la familia una mezcla de sospecha, coraje e impotencia; no abundaré en los detalles…Es bien sabido que —por desgracia o por fortuna— para los sistemas de justicia humanos; lo que menos importa son los hechos y lo que es realmente pesa es “lo que puede ser demostrado”. Así pues, solo hacia falta encontrar la evidencia que probara la negligencia que sospechaba la familia. Pero no cualquier evidencia sino una contundente.— ¿Qué tal una fotografía?— ¡Si, eso funcionará muy bien!— ¿Cómo la conseguimos?— Sencillo: entramos, usamos la cámara y salimos.— ¡No, imposible, una locura!Tal clase de prueba se antoja inalcanzable, al menos para cualquiera en la familia directa de Don Pancho, máxime con un plan tan rudimentario; mas no para los Rangel, una rama muy importante y muy apreciada de nuestra familia extendida. Utilizando técnicas de ingeniería social, espionaje y mucho carisma personal lograron infiltrarse hasta el área del hospital en donde se encontraba el cadáver de mi abuelo, consiguieron las imágenes y escaparon tan rápido como les fue posible… Así de simple! Y así de peligroso!Demanda y sentencia.Reunidos pruebas y argumentos, se demanda al hospital. Durante el juicio se mostraron las fotografías; en ellas se apreciaba que el cuerpo presentaba inicios de descomposición; eso explica porque el ataúd estaba sellado. Esto también acallaría momentáneamente las criticas del pueblo acerca del hecho de no permitir exhibir el cadáver ni siquiera a través de la ventana que usualmente tienen los féretros.Había que llenar y presentar papeleo firmado por cada uno de los hijos e hijas de Francisco Ortiz Luna en un plazo de unos pocos días La dificultad estribaba en traer a cada uno de los restantes nueve hermanos y hermanas; tal cosa resultaba por demás onerosa y muy poco practica; por lo tanto se optó por un plan B. La solución fue idea de Froylan: firmarían los que estuvieran presentes, los ausentes serian “firmados” por un imitador de firmas. Así lo decidieron los cuatro hermanos mayores y funcionó a las mil maravillas, el juez aceptó el documento, pues había “consenso” entre los hijos. Vaya! Pocas veces se ve una familia que no tenga desacuerdos en ocasiones como esta. Caso cerrado!El juez encontró culpable al hospital de negligencia y ordeno la inmediata indemnización a los familiares. Como resultado de esa batalla legal la familia, viuda e hijos, recibirían varias decenas de miles de dolares. Si bien nunca ninguna cantidad de dinero reparará jamas la perdida de un ser querido al menos queda la sensación de haber recibido un par de gramos de justicia; eso casi es mejor que nada.El Acuerdo (?).Una de las condiciones que el consejo de los cuatro impuso para cada uno de los demás hermanos fue que el dinero lo administraría Froylan; el objetivo: que nada le falte a Adela mientras ella viva; objetivo que no ha sido cumplido cabalmente. Como escribí antes, alguien imitó las firmas de los otros en un documento que entregaba los derechos de administración del dinero a Froylan. El hecho de que alguno de los hermanos o hermanas no hubiesen estado de acuerdo, no era importante pues “ya habían ‘firmado’ todos el documento donde estaban de acuerdo”; además cualquier disidente se aseguraba una severa “enjabonada” cortesía de don Froyloco.Este administraría el dinero, pagando intereses, según él, “eran más altos que el banco” a Adela para que ella llevara una vida libre de preocupaciones económicas por el resto de sus días.¡A ver, a ver, un momento!¿Cuales intereses? ¿Los que el banco te cobra cuando le pides prestado? ¿O los que el banco te da cuando tu mantienes tu dinero depositado?Los hermanos menores indagaron en un par de bancos acerca de los intereses tanto de préstamo como de deposito. Después de eso argumentaron ante Froylan que el dinero que recibía a titulo de préstamo y los intereses que pagaba a mi abuela no correspondían al espíritu de una transacción honesta. Como todo hábil manipulador, Froylan se las ingenió, para convencer a su madre y a los otros tres hermanos miembros de la “junta de los cuatro” para salirse con la suya; aquel que estuviera en desacuerdo sería marginado inmediatamente (como de costumbre pues).Poderoso Caballero…Ese dinero ha sido una fuente de conflicto inagotable.Las frases vertidas a ese respecto van desde lo sublime hasta lo perverso; aquí varios ejemplos:— “Esto que hicimos es para que mi madre viva bien mientras tenga vida”— “Tu eres un largo; paga los intereses a mi mama al precio que el banco te cobra a ti?”— “Ya no resta nada de ese dinero, y si hubiera algo me lo voy a quedar porque me lo merezco”— “Yo le pago la luz, es de su mismo dinero, pero es como si yo la pagara”— “Yo creo que cuando mi madre muera ese dinero deberían repartirlo porque es de todos”— “… Yo los podría demandarlos por falsificar mi firma…”— “Le voy a decir a mi esposa que cuando yo muera no entregue ese dinero a nadie”— “Yo tengo los mismos derechos que tu tienes por ser hijo de quien soy…”— “Por ahí tengo un dinero que me gustaría invertir; tu dices si quieres el préstamo..”— “Oiga ‘amá, ya no hay dinero, estos son los últimos dolares. Tenga!”— “Si quieres negociar para quedarte con ‘El Rincón’ primero regresa el dinero a mi ‘amá”— “Si, el dinero lo tengo, pero no se los voy a dar porque las tierras me han costado mucho…”— “Primero páguenme lo que invertí..”— “Si le hubiéramos dado el dinero, ya lo hubiera gastado; ella no sabe administrar…”Te Conozco Mosco…Frases van y frases vienen.Las acusaciones y criticas a favor y en contra seguirán creciendo.El debate inútil continuara hasta que los actores de las escenas dejen de existir. ¿Que como es que estoy tan seguro? Pues comienzo a conocer a mi familia…En lo referente a la prueba que dio origen a este dinero, no me cabe la menor duda que alguna copia de esas fotografías aun existe; debe estar en algún recoveco de la casa de alguno los 4 hermanos mayores. Ese debe ser el documento mas super-secreto y confidencial que guarda la familia Ortiz Cabrales…. Ya lo encontraré algún día…

El abuelo muere.

Los días siguientes a la liberación de Don Pancho fueron un esfuerzo continuo por volver a la normalidad. Sobra decir que todo ajuste que se hizo para borrar el recuerdo de aquellos angustiantes 13 días fue fútil; el daño ya estaba hecho, la tensión se sentía por todos lados. Se adivinaban ojos vigilantes cuidando cada paso de la familia, era una paranoia generalizada. Las marcas que deja un secuestro en una familia son indelebles en la memoria de la generación que le tocó vivirlo.El plagio de mi abuelo había sido un parte-aguas en la vida familiar.Muchos factores se conjugaron para que ocurriera lo que después ocurrió:Por una parte la angustia de que quisieran repetir con alguien más de la familia.La certeza de que esa gente no se detendría pues de esa actividad era su modus vivendi.La firme sospecha de que las mismas autoridades estaban recibiendo beneficios de esas actividades.Las malas noticias de nuevos secuestros en los alrededores aun de gente que cercana a la familia.Las tragedias que vivieron algunas familias al sufrir la perdida múltiple de un ser querido. Salió publicado en uno de esos periódicos de poca monta una historia de un secuestro que terminó con la incineración del secuestrado a manos de un miembro de la banda el cual a su vez quedó irremediablemente loco.La que antes fuera una región tranquila y apacible de pronto se había convertido en un infierno inseguro y estresante donde el blanco era la gente trabajadora y honesta. Los victimarios de mi abuelo tenían armado un negocio familiar; cada miembro del clan tenía a su cargo alguna parte de la operación; ellos no se alejaron del pueblo cuando el rescate se entregó; seguirían paseándose por las calles y vigilando; buscando nuevas víctimas a quien secuestrar. Más tarde tocaría el turno a otra persona de apellido Ortiz, aunque no era pariente si era amigo cercano de mi abuelo.Los secuestros no cesarían pronto, por intervención de autoridades ni mucho menos, sino hasta que a raíz de diferencias irreconciliables entre miembros de la banda, se fueron aniquilando unos a otros. Y como dice el dicho “Sin huésped no hay infección”.

Luchando por superarlo.En los días siguientes habría reuniones en la casa grande. Se juntaba la gente para darle la bienvenida a mi abuelo y a compartir tiempo con él; a expresarle su apoyo además del gusto que sentían de tenerlo de vuelta sano y salvo. Si bien él se desahogaba en parte contando la amarga experiencia vivida; creo no le dio tiempo de realmente superar el hecho, más aun cuando no tuvo ayuda profesional (léase: psicólogo y/o medicamentos). Nunca sabremos que pasaba por la mente de mi abuelo, que cargó en silencio con los detalles más sórdidos de su cautiverio, los cuales nunca reveló. Tampoco quiso denunciar ni identificar a sus captores.

Ahora muchos años después, visto en retrospectiva, hemos analizado y concluido que él nunca se recuperó del trauma y la angustia que le hicieron pasar. Tal vez se deprimió y lo íbamos perdiendo de a poco. La angustia irracional que un evento como esos provoca es razón más que suficiente para pensar en desaparecer para siempre de tu pueblo.Viaje de ida.Semanas habían pasado ya desde el día de la liberación; mi abuelo y mi abuela viajan a casa de su hijo Froylan en Los Ángeles para pasar unos días; la intensión es distraerse y olvidarse, en la medida de lo posible, lo que recién se había vivido. Los días en California pasan sin mayor contratiempo, son días para relajarse, para visitar, para conocer, para platicar y compartir con la familia. Como dije antes, los días pasan sin mayor dificultad, no había novedad en lo que ocurría en esa casa.Es de noche, todos en la casa duermen después de haber cenado en familia.Pancho tose, se levanta y va al baño.Adela le pregunta “Que tienes Pancho?”Sentía una opresión en el pecho.A partir de ahí todo ocurre a un ritmo vertiginoso.El afán por mantenerlo con vida resulta infructuosoEl diagnostico que dio el hospital es muerte por paro cardíaco.Yo recuerdo una mañana que mi madre me despierta llorando, me da un beso y me dice “panchín, panchín despierta, tu abuelito… se murió, se murió tu abuelito Pancho”. Después me abraza. Supongo que también lloré, no lo recuerdo. Nuevamente el punto de reunión era la casa de los abuelos. Esta vez hay muchísima más gente de la que halla yo visto junta nunca antes.La casa de los abuelos.La casa de los abuelos estaba ubicada en un solar grande, como de 40 metros de frente por 60 de fondo. Frente a ella pasa la carretera panamericana en dirección Norte-Sur. En la calle frente a la propiedad había un árbol enorme. Supongo que cuando ese árbol era pequeño alguien le puso una llanta de carro al rededor para retener el agua. Esa llanta hacia las veces de anillo constrictor pues estaba como a medio metro de altura del suelo aprisionando el tronco del árbol. La parte frontal del solar estaba resguardado por una barda de ladrillos y celosía.

En la esquina noreste había un pequeño jardín y varias macetas sobre la barda. Más al sur había una palmera a la que le había caído un rayo destrozándole la copa y dejándola parcialmente chamuscada. Después de eso había un pedazo de patio empedrado, más al sur todavía, también en la parte de enfrente había varios arboles enormes de mango y arrayán, una fosa séptica, justo después de eso había unos plataneros y remataba la barda cambiado de material a piedra. Ahí mismo estaban una pileta chica, un antiguo lavadero y exactamente ahí era uno de los lugares donde los sapos de dos kilos pululaban (gracias al comentario de una prima es que logro refrescar ese recuerdo; pues era algo que estaba ya bastante bien empolvado en mi memoria). Ese era un espectáculo espeluznante y fascinante a la vez.

El agua del lavadero escurría por un tubo entre el cerco de piedra y cruzaba perpendicularmente de lado a lado el camino de acceso por donde entraban la maquinaria y los carros al enorme patio trasero. Un poco más allá estaba un pequeño arroyo, por el que casi nunca corría agua, excepto cuando recién había llovido y la poca agua que emanaba del lavadero y de la pileta de los sapos.Detrás de la barda con las macetas y el jardincito estaba el cuarto de la televisión, el cual tenía una puerta exterior de lamina que llevaba al patio donde estaba la palmera quemada. Detrás del cuarto de televisión había una habitación que contenía una cama, ropero, una ventana que “miraba” al norte y una maquina de coser; tenía una puerta hacia el cuarto de televisión y otra más que se comunicaba al comedor.Posterior a la palmera quemada estaba el pasillo cubierto que llevaba a la cocina, también mediante una puerta de metal. La cocina consistía de un pretil, una estufa, refrigerador, fregadero, un molino de mano, un zarzo, repisas de concreto donde se guardaban trastes y tinajas de barro con agua de río pasada por un filtro de cantera rosa… Que rica sabia esa agua! El comedor, o mejor dicho cocina-comedor era grande constaba de una mesa como de 10 sillas.Detrás del área del patio empedrado, junto del pasillo estaba un cuartito de adobe; dentro de el había una cama, un ropero y varias repisas donde guardaban muchas cosas, entre ellas una colección de piedras que mi abuelo había recogido de diferentes lugares, ese es el cuarto que más curiosidad me daba visitar. Tenía una ventana con barrotes de hierro que miraba hacia donde se oculta el sol, una puerta al patio empedrado y otra más lo comunicaban con el cuarto grande.Detrás de la hilera de mangos había una pequeña construcción que cumplía las funciones de baño con regadera y sanitarios. Frente de estos un cuarto con puerta que contenía las diferentes herramientas de mecánico, carpintero, electricista, etcétera que se requerían para completar trabajos simples. En mitad el patio había una ramada y bajo de ella un tractor viejo y cubetas de aceite, piezas de maquinaria y otros implementos agrícolas, la mayoría de ellos en desuso. En la esquina del la ramada, un árbol de tamarindo. Casi en esa misma dirección hacia el sur, estaba una letrina.Aun más atrás había otro tejaban, este era más grande que el primero. En él habían varios equipos, una camioneta de redilas, un tractor verde y otro de color rojo, más latas de aceite, una camioneta amarilla, una rastra con discos y otras cosas más. A un lado estaba un tanque elevado que contenía combustible diésel. En la parte posterior del tejaban, a unos metros, había otra construcción de adobes que se usaba como granero y almacén. Justo detrás de este había una pileta enorme que almacenaba varios miles de litros de agua. En la esquina sureste de esta pileta estaba un arbusto seco, el cual alguna vez soñé adornado como árbol de navidad. Aun más atrás había varios arboles de guamuchil y guaje. La propiedad terminaba en cerco de alambre de púas junto a un camino de tierra que muy poco se usaba. Más allá comienza la pendiente del cerro y la densa vegetación.El cuarto más grande de la casa.Detrás del patio empredado, entre el cuartito de adobe y el cuarto de herramienta estaba un cuarto enorme; el más nuevo de todos, construido con ladrillos, cemento y lamina de asbesto, tenía mosaico en el piso. Había una cama, un ropero, un par de sillas, un baúl; también recuerdo que había varios cuadros, una puerta daba al patio empedrado y otra más al cuartito de adobe.Fue precisamente en esta habitación donde se realizó el velatorio a los restos de mi abuelo. Previo a eso se retiraron los muebles, para dar cabida a las ofrendas florales. Recuerdo ver a diferentes personas “hacer guardia” una y otra vez al rededor del ataúd metálico sellado de color azul acero. Una fotografía de mi abuelo reposaba sobre la tapa del mismo.El ultimo adiós.Durante la ceremonia de sepultura, un martes de febrero de 1987, si la memoria no me miente, estaba todo el pueblo en el cementerio para dar el ultimo adiós a Don Pancho. Asistimos prácticamente todos sus familiares; sus hijos, nietos, hermanos, primos y demás parientes cercanos y no tan cercanos. Había muchos de los que fueron sus amigos en las diferentes épocas de su vida. Jamás después de ese día recuerdo haber visto un funeral con tanta gente.Vienen a mi mente imágenes de aquel día, estaban Moisés y Froylan tomando vídeo de todo lo que acontecía, Ramona capturaba los momentos con una cámara instantánea polaroid; querían que toda la familia se tomara fotos con el ataúd justo antes de ser sepultado… Yo no acepté retratarme, solo lloré y me retiré del lugar mientras mi madre me abrazaba.Mi abuelo descansa en uno de los cuatro compartimentos que tiene la cripta, muy cerca de la puerta principal del cementerio y cerca también de la entrada a “el rincón”; tierra de sus amores, aquella por la cual había luchado tanto para defender, aquella que tanto le había dado y aquella que tanto le había arrebatado también.

Don Pancho no aparece.

Era prácticamente una actividad obligada que mi madre nos ordenara diariamente que teníamos que bañarnos; restregarnos las orejas, los codos, las rodillas; era obligado por su parte pues no voluntario por la nuestra. “Calidad es hacer las cosas bien desde la primera vez” mi madre tenia esto bien claro; si los brazos parecían, según sus palabras, “lomo de lagartija”, había que regresar y dar una segunda pasada para eliminar cualquier vestigio conspicuo de mugre o suciedad.La siguiente actividad en el orden del día incluía la cena; una pieza de pan y un vaso con leche; una combinación aparentemente común y corriente, y digo que solo en apariencia, pues pan con leche saben a gloria después de un día extenuante lleno de interesantes actividades que un niño tiene completar en su apretada agenda diaria. Esos días están llenos de cosas buenas para recordar en la mente de cualquier chamaco aun después de mucho tiempo de haber dejado de ser un infante. Después del pan y la leche es la hora de ir a cepillarse los dientes y luego a dormir plácidamente sobre mi cama; recién bañado, limpio, fresco, con la panza llena y el corazón contento…… Así transcurría la vida durante las noches estrelladas entre los plantíos de tabaco.No aparece por ningún lugar.– Mi madre: Federico, están tocando la puerta!- Mi padre: Quien es?- Afuera: Soy Joel.- Mi padre (abriendo la puerta): Que paso? Que quieres?- Joel: No esta mi papá aquí contigo?- Mi padre: No, aquí no.- Joel: Es que no lo encontramos.- Mi padre: No está con mi mamá? O con Lupe? O con Hector Tirado?- Joel: No, pensamos que estaba aquí, no la casa no está.- Mi padre: Que??? Deja voy contigo…- Mi madre: Vuélvanse dormir, chiquillos…… Otro día– Mi madre: Despierten. A desayudar. Apúrense y alistense que vamos a casa de tu abuelita Adelita.- Yo: Que esta pasando? A donde vamos tan temprano? Por qué?- Mi madre: Rápido ponte esto. Peínate!Minutos después enfilamos hacia allá, caminando pues la casa de mi abuelita estaba a unos 200 metros hacia el sur sobre la misma calle.Llegamos.Orale! Aquí están todos.¿Que pasa?¿Aun no llega mi abuelito?¿Que el caballo estaba solo, amarrado el “el rincón”?¿Que la pecas regreso sola a la casa?Yo no entiendo nada… Mejor me voy a jugar.Y así entre juegos infantiles y verdades a medias en aquellos días me enteré de lo que significaba esa nueva y rara palabra…¿Mamá, que significa secuestrar?¿Mamá, quien secuestro a mi abuelito?¿Mamá, por que no lo dejan que venga?Solo queda esperar.A partir de ese día la rutina diaria cambio drásticamente; ahora consistiría en levantarse temprano, ir a casa de mi abuelita, a veces desayunar allá junto con la demás familia, primos, tíos y vecinos. Esperar!Las noches eran largas esperando, comentando lo sucedido; los vecinos y amigos de la familia preguntaban y deseaban que todo saliera bien y esperaban con nosotros. Otro día levantarse temprano y… Esperar!No me enteré de muchos de los detalles de las negociaciones con los secuestradores. Solo sé que mis tíos, tías y mi padre tuvieron que vender muchas de sus pertenencias. Algunos tractores, varios automóviles, equipos agrícolas, sacrificar ahorros, inversiones y demás cosas de valor económico que hubiera a la mano.Mi papá hizo trato por una camioneta Datsun azul de redilas blancas con un agente de ventas de bimbo. Allá fuimos a buscarlo hasta el quinto infierno para cerrar la operación con éxito. Mi madre vendió algunas joyas y puso a precio de descuento mucha de la mercancía que tenia en existencia en la tienda.Nos conocían muy bien.Los secuestradores hicieron gala del gran conocimiento que tenían acerca de nuestra familia, de los movimientos que realizábamos, de la cantidad, ubicación y condiciones en que se encontraban las tierras, la maquinaria y vehículos; lo cual desató sospechas de que alguien muy cercano a nosotros fuera estuviera coludido con ellos y que de hecho nos vigilaba. Esa sospecha nunca se comprobó, de hecho y por el bien de la familia, se decidió no investigar mas a fondo por esa linea.Los secuestradores fueron muy puntuales en su exigencias y la forma en que debía ser entregado el dinero del rescate. Y así sucedió: con estricto apego a sus instrucciones, se realizó la entrega de la bolsa con el dinero reunido. Era Froylan quien, a pie, depositaría la bolsa en el lugar especificado y después regresaría siguiendo sus propios pasos. Otro de mis tíos lo esperaría a bordo de una camioneta. Después de entregado el paquete se retirarían del lugar y esperarían la liberación de mi abuelito, la cual ocurriría por la tarde o noche de ese mismo día.Esa noche.Como era costumbre desde hacia ya varias noches, esperábamos, solo que esta vez la tensión esa mil veces mayor, no quedaba de otra mas que esperar…Y esperábamos.Yo estaba recargado en una la pared junto a la puerta de la cocina que daba al frente de la casa; junto a esa misma puerta estaba también la pecas. Afuera varios perros ladraban a lo lejos. La pecas alza las orejas y sale disparada desde esa puerta hasta la otra que da al patio trasero de la casa, atravesando la cocina sin que nada pueda detenerla. La pecas comienza a ladrar, a aullar y a correr como loca. Otros perros ladran, esta vez no tan lejos. La pecas va corriendo, ladra y regresa veloz, su ladrido es diferente, alguien se acerca; la pecas no lo atacará, es más, parece que le da la bienvenida. La pecas ladra feliz, ladra aquí junto a la puerta y corre de nuevo hacia la esquina del solar.Nos quedamos en silencio y por un momento no reaccionamos.De pronto mi abuelita dice “PANCHO”. Alguien mas grita “MI PAPA”.Mi tío Froylan que estaba sentado en una de las sillas frente a la mesa se levanta como impulsado por un resorte tira la silla por un lado y sale corriendo.La pecas y Joel son los primeros en recibir a mi abuelito que había regresado sano y salvo después de haber estado secuestrado por varios días; recuerdo verlos entrar: mi abuelito apoyándose en mi tío Joel y la pecas saltando a su alrededor, luego a mi abuelita Adelita estrechar a mi abuelito mientras lloraban a grito abierto. Vienen los abrazos de los demás miembros de la familia, los llantos de alegría, la felicidad por tenerlo de regreso.Pasó el trago amargo.Durante los días siguientes mi abuelito poco a poco nos platica como fue para él todo aquello. Dice que lo soltaron al atardecer en la tierra de “el rincón” cerca del cementerio, como ya estaba oscureciendo miró varios bultos entre las tumbas y creyó que alguien había ido a recibirlo. Al acercarse no distingue a nadie, entonces decide seguir caminando rumbo a casa, pues ya era de noche.Mientras camina, oye como ladraban los perros y al entrar al predio fue la pecas quien lo recibió saltando y moviendo el único trocito de cola que tenía.Nos contó también que eran varios los secuestradores.Que cuando él estaba sin la venda en los ojos ellos andaban encapuchados; que cuando él estaba vendado ellos se descubrían el rostro.Que lo trataban “bien” en términos generales. Que le daban de comer.Que platicaba con uno de ellos que era el mas joven; que para aquel entonces tendría escasos 18 o 19 años (en estos días, si es que se retiro de eso y aun vive, deberá rondar los 40 años) y que le aconsejaba que dejara esos negocios turbios.Cuando la noticia de la liberación corrió, mucha gente vino a visitar a mi abuelito y a darle la bienvenida en los días siguientes.Esa amarga experiencia había terminado. Lo bueno de todo aquello era que habíamos recuperado a mi abuelo y que ahora la familia estaba mas unida que nunca; así lo creímos entonces.

¿Y el principio?

Una duda asalta a Carmen…- Yo: …QUE?- Carmen: Y donde están el principio y el final?- Yo: QUE? COMO?- Carmen: Esto se parece a una historia que yo les contaría a mis pupilos para que ellos pongan el final que les venga en gana…- Yo: mm no sé. Déjame meditarlo…… Dos horas después.- Yo: OK pues! Voy a contar la historia desde el principio. (O al menos desde donde yo considero que es el principio…).El principio.Todo comienza durante un medio día soleado entre los plantíos de tabaco del ejido Tierra Generosa en el estado de Nayarit.Cumpliendo valientemente el encargo de mi madre de llevar comida caliente y recién preparada a mi padre que en esos momentos trabajaba en los plantíos de tabaco propiedad de mi tío el titerito; y digo valientemente porque hay que ser un mocoso valiente(o por lo inconsciente o medio loco; lo mismo da) para sortear montado en una bicicleta dos kilómetros de caminos deteriorados, a veces polvorientos y otras encharcados sin contar con que están atestados de zancudos; marcialmente organizados en formación de cientos o tal vez miles, hambrientos atacando sin miramientos y nublando la visibilidad de todo el que ose a transitar por esos intrincados senderos. Y que decir de los automovilistas que para no sentir, “lo duro y lo tupido del camino”, aceleran a fondo o de los tractoristas que transitan con su complejo de Mad-Max por todo lo alto…- Mi madre: Ándale chiquillo vente a comer para que después lleves lonche a tu papá…- Yo: No! Mejor ponga más comida y yo como allá con él..Y así fue… Todo transcurrió normal, como de costumbre. Cero sobresaltos(por favor no contar el trayecto por el camino) me zampé un poco de esa rica carne con chile que mi madre [aun hoy] prepara [y le sale tan deliciosa] acompañado tortillas de maíz recién hechas, un par de tacos de frijoles paseados con queso fresco, todo previamente recalentado en las brazas…… después de comer me dispuse, como era normal en un niño de mi edad a jugar entre los surcos de las plantas de tabaco súper-desarrolladas. Corría de arriba para abajo, de un lado para el otro mientras mi padre me gritaba que le ayudara a “desahijar” las plantas… Era típico ir al río y lanzar piedras, luego regresar corriendo hasta la ramada de “ensarte” donde el olor a tabaco secando era ta intenso que aun hoy lo recuerdo con tanta claridad e intensidad que casi diría que puedo tocarlo.El caso es que al final del día terminaba todo impregnado por la goma de las plantas de tabaco; la ropa, las manos, la cara y el cabello: pegajosos, negros y chamagosos. Era actividad casi obligada para un chamaco de mi edad explorar toda la extensión y contenidos de la parcela, incluidas las navajas de la ramada de “ensarte”, y como era de esperarse, las agujas para construir las sartas de tabaco(ya algún día les contare la vez que me rebané un dedo por la mitad por andar de curioso).No mi niño, hoy no.Como dije antes todo transcurría como de costumbre… Ya por la tarde, faltando unas pocas horas para caer el sol mi abuelo Pancho llega, como era también costumbre, en su caballo a visitar los plantíos de tabaco. El estaba solo de pasada pues en sus planes estaba el trabajar por el resto de la tarde en su huerto de hortalizas que el mismo había plantado en la parte posterior de la parcela “el rincón”.Sabiendo que iría hasta allá y con el hambre de aventura de un chamaquito de escasos 5 o 6 años, extendí mis brazos y le pedí que me llevara. El solo respondió “No mi niño, hoy no”. Me di media vuelta aguantándome para no soltar el llanto, con los ojos llorosos y mis sueños rotos… Mi padre que había presenciado todo, me dijo “ven, ya casi nos vamos”. Mi padre y su padre intercambiaron un par de palabras más: “hay muchos zancudos allá”, le escuché decir a mi abuelo…Tomando una vara del suelo y pretendiendo que era una reluciente espada laser me olvidé del asunto de acompañar a mi abuelo a “el rincón” tan rápidamente como un niño es capaz. Las sartas de tabaco iban y venían, se les daba vuelta, se les movía de lugar, para que “sequen parejo”; los zancudos estaban embravecidos. Que no había dicho mi abuelo que no me llevaba por la cantidad de zancudos en el rincón? Pues si aquí esta igual… mmjjj, en fin. Mejor me hubiera ido con él.¡VAMONOS!Mi papá me grita que es hora de irnos, ya casi oscurece; solo queda la penumbra del día que se despide. Esta vez el regreso no representará un despliegue de valentía como la llegada pues usaremos la “cheyenne” guinda en lugar de la bici. Mi padre conduce. Arriba en el área de carga va la bicicleta; ahí mismo voy yo, cómodamente instalado para continuar la maravillosa experiencia de ser niño. No puede faltar mi recién adquirida «vara-espada-laser» que por momentos se convierte en ala de avión y otras veces es escudo anti-mosquitos… 10 minutos después estamos llegando a casa.- Mi madre: a bañarse chiquillos (a mi hermano y a mi).Luego a cenar; una pieza de pan y un vaso con leche como era costumbre. Ha sido un día lleno de interesantes actividades, lleno de cosas buenas para recordar en la mente de cualquier infante; hora de ir a cepillarse los dientes y a dormir.Ah, aún puedo recordar la sensación acostarme sobre mi cama recién bañado, limpio, fresco, con la panza llena y el corazón contento.Así transcurría la vida durante las tardes soleadas entre los plantíos de tabaco, al menos así la recuerdo, de aquel «yo» que era un chiquillo de mi edad hace más de veinticinco años ya.